miércoles, 15 de julio de 2009

CTI ALL STARS BAND - (XII Festival Internacional de Jazz San Javier)

CTI ALL STARS BAND

XII Festival Internacional de Jazz San Javier

Fecha: 14 de julio de 2009.
Lugar: Auditorio Parque Almansa (San Javier, Murcia).
CTI ALL STARS BAND
Hubert Laws: flauta travesera.
Bill Evans: saxos tenor y soprano.
Randy Brecker: trompeta.
Russell Malone: guitarra eléctrica.
Niels Lan Doky: piano.
Mark Egan: bajo eléctrico.
Jeff “Tain” Watts: batería.
Airto Moreira: percusión.
Flora Purim: voz.
Creed Taylor: mesa y sonido.




La jornada del 14 de julio en el XII Festival de Jazz de San Javier estuvo dedicada al recuerdo de una época en la que surgieron estilos dentro del jazz como el jazz fusion, y a homenajear al productor Creed Taylor. Como representantes de este estilo tuvimos la ocasión de escuchar la música hecha por la formación llamada CTI All Stars Band, integrada por un elenco de músicos de primer orden, reunidos por Creed Taylor, creador de sellos como Impulse y CTI Records. Taylor fue el productor que revolucionó, junto a otros, el sonido del jazz en la década de los años 70 e impulsó este estilo, incluso, cambiando la estética de los álbumes, con nuevos conceptos creativos. La noche del concierto no se separó ni un momento de la mesa de sonido, lo cual influyó, y mucho, en el desarrollo sonoro de la velada, todo un lujo.

            

El tema “Red Clay”, del trompetista Freddie Hubbard, fue el elegido para iniciar el concierto. A la exposición del tema, con la sección de vientos, le sucedieron los primeros solos improvisados. Primero Randy Brecker a tempo de swing medio, con un solo poco recurrente pero efectivo, sin demasiadas complicaciones, casi a modo de calentamiento. Tras el trompetista, la flauta travesera de Hubert Laws sonó templada, delicada y dulce. La improvisación de Bill Evans encontró una variante rítmica hacia el reggae, que se fusionó como un guante con la ejecución de su solo, basado en líneas pentatónicas y fraseos interválicos perfectamente integrados con el ritmo que le proporcionaron sus compañeros. También tuvo su espacio de improvisación la batería de Jeff “Tain” Watts, que compartió su solo con el percusionista Airto Moreira. La sesión continuó con “Road Song”, de Wes Montgomery, cuya exposición estuvo a cargo del guitarrista Russell Malone, que se vio algo descompensado, en un principio, por la falta de volumen en su guitarra, circunstancia que no tardaron mucho tiempo en resolver, problema que también compartió el bajista Mark Egan, cuyo sonido dejó bastante que desear, y por lo que tardó casi tres temas en acoplarse a la banda, bastante más tarde de lo deseado. Lo más destacable fue el solo del pianista danés Niels Lan Doky, que logró reavivar la dinámica del tema, con el sonido de su teclado y sus fraseos audaces y sugerentes. La presencia de Malone en la banda pasó casi desapercibida, excepto por su improvisación en el tema siguiente: “Bimbe Blues”, un blues original compuesto y arreglado por el flautista Hubert Laws, en el que el guitarrista pudo conseguir estar a la altura de sus compañeros en cuanto a volumen de sonido. Su improvisación, de sonido aterciopelado y oscuro, estilo Montgomery, contrastó dentro de la banda, dándole un carácter de un estilo algo más orientado hacia el blues.


A partir de este punto del concierto, casi en el ecuador del mismo, hubo un cambio hacia un estilo de fusión con la bossa y los ritmos afro-brasileños, en el que el protagonista principal fue el gran percusionista Airto Moreira. La canción “Mister Auda”, con una introducción cantada y acompañada solo de sus muchos instrumentos (congas, timbales, cencerros, cascabeles, caracolas y platos, que sonaron a madre selva), nos introdujo por mundos sonoros exóticos, todo ello como preámbulo a la salida en escena de la cantante brasileña Flora Purim. La canción “San Francisco River”, compuesta por ella con tan sólo doce años de edad, fue el único acto de presencia y colaboración que protagonizó en la banda, lo cual supo más bien a poco. Acto seguido, Hubert Laws, como portavoz del grupo, presentó al productor homenajeado, Creed Taylor, que se encontraba en la sala, como se ha comentado, al mando del sonido. El flautista, para continuar con el giro que había dado el concierto, presentó “Corcovado” de Antonio Carlos Jobim, y nos habló de su experiencia musical con el gran compositor brasileño. Una pieza corta, apenas tres minutos, que dejó al público relajado y muy atento, aunque algo desconcertado ante lo que acontecía.



Para despedir la velada el director y responsable musical de la banda, Bill Evans, creó otro punto de inflexión y dio un nuevo giro a la dinámica del concierto, con una introducción en solitario del tema “Ruttletrap”, cargada de fuerza y virtuosismo, como mostraba la velocidad y limpieza de sus fraseos. El bis de rigor, a petición del público, fue “Sueak”, en el que destacaron todos los solistas, creando una fuerte dinámica entre ellos, sucediéndose en solos de improvisación vertiginosos en un juego de compases alternados y al unísono. Excepto por los problemas técnicos de sonido con algunos instrumentos, guitarra y bajo, en el principio del concierto, algo que se solucionó en el transcurso del mismo, hubo sus momentos álgidos, en los que revivimos un estilo que aún resuena y se cultiva dentro de este género musical que es el jazz.


Texto: © 2009 José Antonio García López
Fotografías: © 2009 Sebastián Mondéjar

jueves, 9 de julio de 2009

CHRISTIAN McBRIDE QUINTET - (XII Festival Internacional de Jazz San Javier)

CHRISTIAN McBRIDE QUINTET

XII Festival Internacional de Jazz San Javier

Fecha: 8 de julio de 2009.
Lugar: Auditorio Parque Almansa (San Javier, Murcia).
CHRISTIAN McBRIDE QUINTET
Christian McBride: contrabajo.
Steve Wilson: saxo alto y soprano.
Warren Wolf: vibráfono.
Peter Martin: piano.
Ulisses Owens: batería.

Cuando uno tiene la ocasión de ir a un concierto en el que puede escuchar y ver el trabajo de un grupo como el Christian McBride Quintet, con un proyecto recién estrenado bajo el brazo (el álbum Kind Of Brown, presentado con el nombre de Christian McBride And Inside Straight y editado en 2009 por el sello discográfico Mac Avenue), la posibilidad de estar ante algo único y salir recompensado es muy alta. Esta es la sensación que tuve con el impecable quinteto de McBride, uno de los grupos contemporáneos más compactos y solicitados del momento en la escena del jazz mundial. El nombre del álbum es un homenaje a Ray Brown, uno de los más grandes contrabajistas de jazz de todos los tiempos, cuyas influencias en el contrabajista de Filadelfia son bastante notorias (así como las de otro gran maestro: Paul Chambers). El quinteto quedaba completo con la compañía de cuatro excelentes músicos, dos de los cuales, Steve Wilson y Warren Wolf, participaron en la grabación. La nómina estaba completada por los veteranos Peter Martin (en sustitución de Eric Reed) al piano, y Steve Wilson con el saxo alto y el soprano, así como dos músicos pertenecientes a la siguiente generación: Ulisses Owens, que sustituyó a Carl Allen, a la batería, y el vibrafonista Warren Wolf, ambos con una joven pero ya dilatada carrera musical.


El hecho de no estar presentes en el escenario los mismos músicos que han colaborado en la grabación no influyó negativamente en el desarrollo del concierto: la fuerza en las dinámicas internas que se crearon en cada tema, la interacción entre los músicos, la ejecución clara y concisa. Estos elementos se dieron durante algo más de una hora y veinte minutos, de manera natural, fundidos como en una perfecta aleación sonora. En este caso no hubo ninguna duda, ya que el grupo demostró con creces lo que de verdad y sinceridad tiene el trabajo bien realizado, asimilado e interiorizado por cada uno de ellos. Una señal inequívoca y dato curioso, para demostrar lo anterior, fue la ausencia de atriles en el escenario, ni uno solo, o de cualquier apunte, partitura, guía armónica o papel, lo cual indica que estamos ante un proyecto muy elaborado y cargado de una fuerte complicidad entre todos los componentes de la banda.


El inicio del concierto, hasta llegar al tercer tema con la balada “Starbeam”, fue contundente y arrollador, con exposiciones a trío, saxo alto, piano y vibráfono, al unísono y en perfecta conjunción. Los solos de Steve Wilson, fueron ejecutados con una técnica elegante y virtuosa, demostrando su buen dominio del instrumento y de la improvisación, con fraseos largos y elocuentes. De un swing de 4/4, en el primer tema, pasaron a un estilo más be-bop, con tempos altos, en los que el vibrafonista Warren Wolf, mostró toda su habilidad y limpia ejecución en la improvisación. Este tema fue el elegido también por Ulisses Owens para el único solo que realizó en todo el concierto, único pero más que suficiente para apreciar en su forma de tocar buena pegada de caja y ritmo impecable. Owens demostró ser merecedor del puesto que ocupaba en lugar de Carl Allen.


“Starbeam” fue el tema en el que McBride marcó su primera improvisación. Con un gran despliegue melódico nos hizo navegar por sus mundos sonoros con una poderosa técnica, salvando las dificultades, tan laboriosas, del instrumento que toca. Sin olvidar la perfecta afinación que consigue en el contrabajo, algo a veces difícil de conseguir, porque no olvidemos, entre otros aspectos, que este instrumento no tiene trastes en el mástil y requiere una ejecución muy precisa. La improvisación de Wilson con el saxo soprano fue un paseo por la sutilidad y el esmerado cuidado que pone en su sonido, amplio y profundo. Transmitió nuevas sensaciones y colores entre la amalgama de notas y sonidos de sus compañeros. El concierto continuó con otra balada, “Sophisticated Lady” de Duke Ellington, esta vez a trío de piano, contrabajo y batería. Tras una larga introducción del tema con el contrabajo y una exposición de la melodía con el piano, los solos de ambos se sucedieron. Peter Martin regaló en este tema un solo de improvisación sublime y tocó el piano con destreza, sobre todo de su mano izquierda, flexible e inquieta.


La sesión finalizó, además del bis, con otro tema incluido en su último álbum Kind Of Brown: el blues “Used ’Ta Could”, un 3/4, a tempo de vals. Wilson y Wolf volvieron al escenario y, tras la exposición del tema, se introdujeron en una sucesión de solos e intercambiaron fraseos en estructuras de cuatro, tres, dos y un compás, hasta llegar a un unísono que embriagó al oyente y llenó con toda su fuerza el espacio musical, logrando que el auditorio vibrara con ellos. El corto bis de despedida relajó, en cierto modo, las ansias del público de continuar con el concierto y, aunque hubo quien esperó en vano que volvieran a salir y tocar, la mayoría nos fuimos de allí con el pensamiento aún envuelto en el sonido y con la sensación de haber presenciado uno de los conciertos más cuidados en cuanto a su esmerada realización y laboriosidad, inherentes a todo buen proyecto que se precie como tal.

Texto: © 2009 José Antonio García López
Fotografías: © 2009 Sebastián Mondéjar

domingo, 5 de julio de 2009

RON CARTER QUINTET - (XII Festival Internacional de Jazz San Javier)

RON CARTER QUINTET

XII Festival Internacional de Jazz San Javier

Fecha: 4 de julio de 2009.
Lugar: Auditorio Parque Almansa (San Javier, Murcia).
RON CARTER QUINTET
Ron Carter: contrabajo
Stephen Scott: piano.
Giulherme Monteiro: guitarra.
Rolando Morales-Matos: percusión.
Payton Crossley: batería.



Gran expectación en el concierto de uno de los contrabajistas más emblemáticos e inspiradores de la historia del jazz: Ron Carter. Sus proyectos como líder y anteriormente como colaborador en los años 60, junto a Thelonious Monk y Don Ellis o como integrante del famoso quinteto de Miles Davis, así lo avalan. La contemplación, el silencio y la entrega del público fue una de las claves necesarias ante la exposición musical que tuvo lugar en el escenario del Auditorio Parque Almansa de San Javier, con un aforo casi completo. Para esta ocasión, el contrabajista venia acompañado de cuatro excelentes músicos, dos de ellos brasileños, algunos de los cuales han participado en la grabación de su ultimo álbum, Jazz & Bossa, editado en 2008 por el sello discográfico Blue Note.


No es algo nuevo, pero si trascendental, la mirada que ha dirigido Carter hacia la música brasileña y en especial a la bossa durante su larga carrera. De hecho su último disco es casi una recopilación de temas de algunos discos anteriores en su encuentro con este estilo, versioneados de manera diferente en cuanto a estructuras y sonoridad. Discos como Patrao, (1980, Milestone/OJC), Carnaval, (1990, Fantasy) y Orfeu, (1999, Blue Note), son un ejemplo de su encuentro con esta música. El quinteto incluyó también en su repertorio algunos standards como “Seven Steps To Heaven”, “But Not For Me” y “My Funny Valentine”, en los que la variación rítmica entre el swing y la bossa fluyó como una constante. Este concepto se hace evidente en la manera de afrontar unos temas concebidos como tal, con un tempo de bossa, pero tratados siempre con las formulas estructurales y rítmicas del jazz más genuino, sobre todo en manos de este gran maestro.


Algo significativo, que ya he observado en otros conciertos de Ron Carter, fue la manera de concebir el concierto como un todo, ya que utilizó la forma musical clásica de una suite para enlazar los seis primeros temas, a golpe de contrabajo, encontrando la melodía que iniciaba el siguiente tema, sin espacios entre el final de una composición y el comienzo de otra, cerrando el circulo con la repetición del primer tema, que fue más una introducción y presentación de la forma musical, para completarla. Temas como “Ah Rio”, “Obrigado”, o “Chega de saudade” y “Wave”, estos dos últimos en homenaje a Jobim, fueron realizados de forma encadenada, como en un viaje sin paradas, envueltos en una misma piel hecha de bossa y jazz. La fuerza rítmica de los tempos quebrados, en manos de Payton Crossley y sobre todo del percusionista Rolando Morales-Matos, que aportaba con total entrega y sin apenas descanso toda una descarga de matices sonoros, junto a la riqueza armónica en manos del pianista Giulherme Scott y la guitarra sutil  del brasileño Monteiro, resultaba de lo más embriagador y mágico de lo que uno pueda imaginar. Lo importante no es la música que hacen, sino como la hacen… En un gesto de agradecimiento hacia el público y con un sentido del humor que parece ser innato en su personalidad y calidad humana, Carter lanza una moneda imaginaria al aire y ofrece un bis antes de que el público se lo pida. Un último blues, que no sonó a despedida, sino más bien dejaba un halo de continuidad sonora y espiritual en el interior de cada uno de nosotros.


Hubo un antes y un después en el concierto de Ron Carter, una sensación casi unánime de sentirte como mejor persona ante tal derroche, dicho en el buen sentido, de sinceridad, honestidad, equilibrio, buen hacer, fuerza, gracia, sutilidad, en fin, todas esas cualidades que deberían estar presentes en la vida, en nuestra relación con el mundo que nos rodea, en el arte en general y en particular en la música, algo que no siempre se transmite porque no se da, y no se da porque no se tiene. Él sí posee estas cualidades y las ofrece con una elegancia natural  y una sabiduría genuina e irresistible.



Texto: © 2009 José Antonio García López
Fotografías: © 2009 Sebastián Mondéjar